lunes, 7 de junio de 2010

INVESTIGACION SEXUALIDAD


INVESTIGACIÓN SOBRE SEXUALIDAD

Ante una visión distorsionada y reduccionista de la sexualidad, especialmente desde los medios de comunicación, se promueven una mentalidad y comportamientos humanos cuestionables, hasta desde el punto de vista de la psicología y la salud mental.

Se reduce el amor a la sexualidad y ésta a lo meramente genital; se mira al sexo exclusivamente como instrumento de placer. Están totalmente ausentes temas de gran importancia como las relaciones interpersonales de respeto y entrega al bien del otro; sentido del amor en la pareja; inquietud por madurar integral y armónicamente en esas relaciones; elaboración de un proyecto de vida; todo como requisitos básicos y previos para que la sexualidad, no solo de la joven, sino del joven, sea humana, responsable y plenamente satisfactoria
.
Todo el amplio campo de nuestras relaciones personales, incluyendo las de familia, pareja o incluso, las relaciones grupales, están afectadas de hecho por el conjunto de nuestra dinámica afectivo-sexual.

También es verdad que nuestros ideales y proyectos de vida se ven fuertemente condicionados por ese mundo interno de deseos que se van configurando a lo largo de nuestra existencia. Nuestra peculiar estructura libidinal y sus demandas concretas conscientes o inconscientes, pueden, en efecto, favorecer y potenciar nuestros objetivos de vida; pero pueden también, en determinados casos y momentos, entorpecer o cuestionar la dirección y sentido de nuestros proyectos vitales. Sabemos que cuando las demandas de nuestra afectividad no han sido escuchadas o atendidas, su repercusión en la historia puede ser la frustración o fracaso porque únicamente se deja llevar del instinto por ingenuidad.

El instinto dirige de modo automático y casi mecánico hacia un objeto bien preciso y se despierta por unos estímulos determinados. Posee una base neurológica y muscular precisa. Sin embargo, a medida que se asciende en la escala biológica, el instinto va perdiendo rigidez y va ganando flexibilidad. Al llegar a todo ser humano estalla en pulsión.

La sexualidad designa una fusión vital orientada a la búsqueda de un encuentro fusional, totalizante y placentero. Para entender lo que es la sexualidad humana: pulsión no tiene ya ni sus fines ni sus objetos de satisfacción previamente determinados, como ocurría con el instinto, y de este modo la sexualidad se “derrama” por todo el ser viviente, nos recorre por entero, hasta el punto de que se pueda afirmar con toda justicia que todo en el hombre tiene una dimensión sexual, aunque no exista nada que pueda ser entendido como pura y exclusivamente sexual. Toda actividad, toda conducta, todo sentimiento y emoción queda, en efecto impregnado por la sexualidad. Según Merleau Ponty en su libro sobre Interpretación psicoanalítica de la sexualidad menciona que hay una osmosis entre sexualidad y existencia, una influencia reciproca entre la sexualidad de la persona humana y su modo de concebir la vida.

Alcanzar la madurez y el “equilibrio” en este conjunto de fuerzas que constituyen la sexualidad se presenta como una de las aspiraciones más importantes en la vida de toda persona.

Hablar de madurez parece algo utópico pero si hablamos de integración se aproxima más al concepto de madurez, supone entre otras cosas renuncia al fantasma parental(renuncia, podríamos decir, a buscar “padres” y “madres” por la vida) en segundo lugar, habría que señalar también la capacidad para integrar en una relación las corrientes sensuales y tiernas de la sexualidad; y, por último, la capacidad para encontrarse con el otro como un “tú” libre y diferente y no como un mero objeto de dependencia o de posesión y dominio.

La sexualidad a través de sus inevitables conexiones inconscientes, posee un carácter en cierto modo desbordante y trascendente. Esta en cada uno de nosotros como una realidad que se escapa de nuestras manos; que nos tiene en lugar de tenerla nosotros a ella. De ahí que se presente siempre como una realidad amenazante en sus demandas y, al mismo tiempo como una realidad que llama y parece prometer una gratificación y una felicidad suprema.




La sexualidad es una cualidad esencial de la persona humana. La sexualidad modula el ser de la persona humana en sus tres constitutivos principales: corpóreo, psíquico y espiritual, según la dualidad varón-mujer. Esta modalidad capacita a la persona humana para realizar la vocación personal de una manera específica. La sexualidad es ante todo una dotación humana que posee cada persona y la cualifica para ser amada y amar a los demás. La sexualidad es una riqueza humana que posee para ser ofrecida, entregada y al mismo tiempo para ser recibida por el otro como un valor personal. La sexualidad engloba un conjunto de valores humanos destinados a la comunicación y a la entrega mutua que se hace fecunda en ese ámbito de comunión profunda propio del matrimonio.

Las cualidades humanas propias de la masculinidad y la feminidad constituyen además una capacitación específica para el desempeño de determinadas tareas en los diversos ámbitos del tejido social: profesional, cultural, etc. La mujer posee ordinariamente, en virtud de su feminidad, un conjunto de cualidades –elegancia, tacto humano, delicadeza, sensibilidad estética, etc.–que la capacitan de manera superior al varón en el desempeño de determinadas tareas en el ámbito de las relaciones sociales; por poner un ejemplo, en la atención de enfermos, clientes, pasajeros.
Los aspectos más básicos de la sexualidad, en referencia a las relaciones de amistad, matrimonio y familia. Desde la pubertad se despierta en las personas el impulso sexual hacia las personas del otro sexo. Se despierta la atracción emocional y pasional; se descubre en las personas del otro sexo virtualidades atrayentes, complementarias. El hombre admira a la mujer y viceversa. Se desea la compañía del otro, la comunicación, el afecto, la ternura... Poco a poco nace el enamoramiento. El enamoramiento significa el descubrimiento de una dimensión fundamental de la vida. La compañía del otro otorga a la vida un valor y significado preponderante. El matrimonio y la familia constituyen el ámbito propio para que las capacidades sexuales se desarrollen en orden a la realización integral, armónica y moral de la persona. La sexualidad, incluye fenómenos somáticos y psíquicos que no son voluntarios sino autónomos, automáticos. Por lo general, cada persona aprende a percibir cada vez mejor la naturaleza de los sentimientos, emociones, pasiones y deseos de tipo sexual que se despiertan en determinadas circunstancias y el tipo de conducta que le impulsan a realizar. Cada persona puede aprender asimismo a ejercer un cierto dominio sobre esos impulsos: incitarlos, fomentarlos, mitigarlos, evadirlos, etc., a fin de comportarse de la manera que le parece más apropiada. Cada persona sabe que debe educar su comportamiento sexual y configurar su conducta de manera autónoma, según un criterio personal, voluntariamente elegido.


La sexualidad constituye un patrimonio humano destinado al amor. El modo de orientar esa dotación en la vida práctica puede contribuir a su desarrollo o a su degradación. La sexualidad se desarrolla correctamente cuando la persona orienta esas capacidades hacia el verdadero amor. Se degrada cuando la capacidad de amar se pervierte por el egoísmo del sujeto que busca solo una satisfacción sensible. Toda acción humana que afecta de alguna manera a la dimensión sexual de la persona es laudable desde el punto de vista ético si contribuye a la realización personal de cada hombre y es detestable si la dificulta o impide.

El corazón de cada hombre es animado por un gran deseo, fundamental, de felicidad. La satisfacción de las necesidades del cuerpo es parte de nuestro camino hacia la felicidad. Sin embargo, es posible satisfacer todas las necesidades del cuerpo, sin por ello ser felices.
¿Qué más desea el hombre, tras satisfacer todas las necesidades del cuerpo? Un gran filósofo alemán, Friedrich Nietzsche, hablaba del deseo de reconocimiento. El hombre es un ser hecho de manera tal que, fundamentalmente, necesita ser valioso para alguien, ser estimado y apreciado por el otro hombre. Nosotros nos vemos a nosotros mismos con los ojos del otro, y si sobre nosotros no se detiene la mirada llena de afecto de otro ser humano, no logramos vernos a nosotros mismos, no logramos estimarnos, no logramos amarnos.

En El Banquete, Platón nos describe de forma inolvidable esta experiencia original. A la raíz, se da la maravilla ante la belleza. La presencia del otro nos hace descubrir una vitalidad y plenitud de la existencia que jamás hubiéramos imaginado antes. En la experiencia de un gran amor, todo es atraído hacia el campo de tensión generado por la presencia del otro y yo mismo, ante esa presencia, descubro un valor, una libertad, un sentido del humor, una capacidad de sacrificio y de trabajo que ignoraba poseer. Ante la presencia de la amada yo descubro una identidad nueva y más verdadera, que no sabía que poseía.
Somos el uno en la otra y el uno para la otra. Este sentimiento está vinculado estructuralmente con el deseo y la necesidad sexual. No puedo ni quiero imponer mi deseo a la persona amada. Quiero obtener su amor y quiero que su deseo se encuentre con el mío. Hay un abismo entre el deseo de hacer el amor con la persona amada y el de violarla para obtener, de cualquier manera que sea, una satisfacción sexual.

La experiencia del enamoramiento y del amor atrae (dice K. Wojtyla) la sexualidad hacia la esfera de la persona e impone para su satisfacción una modalidad personalista. Aquí, la afirmación de uno mismo está vinculada con la capacidad de obtener el amor de la otra, y ello excluye en principio el uso de la violencia. El amor es la única actitud justa, adecuada, ante la belleza de la persona del otro, que nos asombra y nos deslumbra en la experiencia del enamoramiento.

PRESUPUESTOS PARA UNA FORMACION INTEGRAL DE LA SEXUALIDAD
1. Sólo se logra un maduro ejercicio de la sexualidad dentro de un proceso integral de maduración de la personalidad, que trasciende el mero ejercicio de la genitalidad.

2. Si la sexualidad se aborda en forma parcial y reduccionista, no se logra la meta propuesta.

3. Es un error creer que el placer genital es un valor absoluto. Este vale cuando la persona aprende a vivir en el amor, el cual guarda una relación intrínseca con el sentido que se da a la vida humana y los valores éticos de comportamiento a los que uno se compromete consigo
mismo y con los otros.


4. Información y formación han de ir juntas para facilitar en los adolescentes la capacidad de tomar decisiones libres desde su propia interioridad.

5. Ha de quedar bien en claro el respeto a los derechos fundamentales de los padres y de los hijos en el ejercicio de este proyecto educacional. A las instituciones (oficiales o privadas) les corresponde una ayuda subsidiaria que complete y supla lo que cierto tipo de padres, por su carencia de formación, no pueden o no saben dar a sus hijos.

BIBLIOGRAFIA
Libro: Creer después de Freud Carlos Domínguez Morano

Enrique E. Fabbri especializado en Antropología de la Sexualidad, pareja humana y familia..

Gonzalo Beneytez